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EL PODER COMO GLORIA Y ACLAMACIÓN

El filósofo italiano Giorgio Agamben ha podido replantear los presupuestos de la política sin echar mano de las ciencias políticas o la sociología.

Su explicación inusitada para la sociedad contemporánea la encuentra en la teología, principalmente aquella que desde el primer siglo de nuestra era dio cuenta de la trinidad. En su obra El Reino y la Gloria (Agamben, 2008) inicia su reflexión preguntándose por las razones por las cuales, en Occidente, el poder se ha convertido en economía (oikonomia), es decir, en gobierno de los hombres.

Surgen inquietudes válidas: ¿Qué es el poder? ¿Por qué economía es gobierno de los hombres? ¿De qué manera el poder ha mutado en gobierno de los hombres?

Se trata de preguntas legítimas que se derivan de esa tesis principal que vincula al poder con el gobierno. Sin embargo, la reflexión de Agamben apenas comienza, porque ha dicho que es la teología la que puede dar cuenta del poder. ¿De qué manera?

El pensador italiano encuentra en la teología cristiana, principalmente en la reflexión sobre la trinidad, un laboratorio muy rico para conocer el funcionamiento y la articulación, tanto interna como externa, de la maquina gubernamental. En Homo Sacer I, ya había identificado una doble estructura de la maquina gubernamental: la correlación entre Autoridad y Potestad, pues bien 10 años después, el autor da a conocer otro binomio para comprender al poder y su mutación en gobierno: Reino y Gloria. (Agamben, 2008).

De esta manera, se establece una nueva relación en donde se pasa del poder como gobierno y gestión eficaz al gobierno como majestuosidad ceremonial y litúrgica. Es así como la tarea principal, a la luz de la premisa del poder como gloria, consistirá en comprender la razón por la cual el poder necesita de la gloria que se reviste de ceremonias, declamaciones y protocolos.

Es así como para este autor, la Gloria explica al poder y se encuentra en las democracias contemporáneas en forma de opinión pública y consenso. De hecho, los medios de comunicación administran y otorgan la Gloria en su aspecto aclamativo y doxológico del poder y sustentan el modus operandi de lo que hoy se conoce como poder político o máquina gubernamental. De esta forma, el poder en su aspecto glorioso se vuelve indiscernible del gobierno de los hombres (Agamben, 2008).

Finalmente, el pensador italiano declara que el trono, aquel espacio central de adoración y gloria, está vacío. Justo ahí, en el centro de la máquina gubernamental, el vencedor de todas las fuerzas en pugna será el regente de una dimensión donde confluye lo espiritual, religioso y simbólico.

Ahora bien, el contenido anterior es apenas el abrebocas del filósofo para introducir su tema, pero ya ha completado el eslabón de una cadena que requería completar en donde es la Gloria la que explica la esencia del poder. Por todo lo anterior, ¿qué nos insinúa Agamben? ¿de qué manera nos interpela hoy?

Si este autor tiene razón, entonces sus lectores deben comenzar a considerar que las expresiones contemporáneas de poder nos hacen creer antes de pensar, nos conducen como rebaños de la grey antes que como individuos racionales y nos fanatiza antes de persuadirnos de tal modo que ya no exigimos, por el derecho que nos asiste, un representante de nuestra voluntad política sino un líder mesiánico que nos salve. Ese caudillo cuenta con nuestra bendición, se sostiene de toda indulgencia espiritual y configura, en la dimensión religiosa, un ser provisto de toda reverencia.

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